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domingo, 8 de septiembre de 2013

Benditos.

Los benditos mordiscos que nos regalamos a la orilla del verano.
El infierno de tus labios sobre mis clavículas, salitre y arena.
Nos convertimos en dueños de las mareas sobre un mar de promesas veladas.
Nos dijimos adiós tras una puesta de sol que hicimos nuestra, sonreímos.
Quizás lo inesperado sea lo más esperado en una ciudad sin salitre y con camas vacías.