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sábado, 25 de agosto de 2012

Retroceder.
Es extraño pero creo que lo voy perdiendo. Ese lugar que creías que lo era todo en tu vida, que marcaba el antes y el después, está comenzando a desaparecer. El sitio perfecto para aprender, la bahía cubierta por la luna, para vivir esas primeras veces y para llorar como nunca lo has hecho. La nostalgia se unía al dolor, no había consuelo hasta que entrabas por esa puerta roa y el tiempo volaba junto a ellos. Poco a poco, quizás por miedo o por cerrar una etapa de tu vida, por madurar o por no hacer frente a lo que fue, te vas alejando, consciente o insconscientemente. El tunel a oscuras que termina en las rocas salvajes de la noche. Esas personas que lo eran todo ahora son actores secundarios y quedan en la memoria solo unos pocos. Los que más amaste y los que más odiaste, los que más daño te causaron y todos aquellos que te robaron una sonrisa. La vida sigue, sí, pero ellos te hicieron así sin saberlo, te convirtieron en lo que eres ahora. A estas alturas la burbuja explotó y te das cuenta de que ese sueño no lo era tanto y de que las envidias tiñeron los últimos años, quizás la culpa fue de las malas decisiones... Sin embargo, sigues adelante afrontando los errores y los aciertos porque sus abrazos, sus miradas y sus palabras no te las puede quitar nadie. Te quedas con el mar y ese faro que guiaba nuestros pasos. Te alejas en nuestro comboio.
Seguir hacia adelante.
(smp)

jueves, 16 de agosto de 2012

Susúrrame pausado y bébeme a traición. 
Grítame la noche y baila en si bemol. 
Frótate los ojos contra el edredón. 
Muérdete la lengua al decirme adiós.






martes, 14 de agosto de 2012

Todo lo (in)visible.

Siempre me ha fascinado la magia de las pequeñas cosas, de los momentos e instantes, de los segundos y las gotas de lluvia. La individualidad de cada copo de nieve o su totalidad cubriendo las calles de Madrid, el deshielo de esa masa grisácea y marrón que se cuela por las alcantarillas. El rugido del viento golpeando mi ventana y la espuma de las olas al morir contra las rocas. La suavidad de las sábanas recién lavadas o el revuelto de telas entrelazadas a las tantas de la madrugada.

Los detalles que se escapan de la mirada del resto, que pasan desapercibidos como la hoja que cae del árbol contra la acera mojada en otoño. Esas pequeñas cosas que son un todo y un nada. Los lados opuestos de una misma moneda, la cara y la cruz, los seis lados de un dado. El ying y el yang que nacen el uno del otro viviendo en una simbiosis perfecta.

La creación de cada uno de nuestros recuerdos compuestos por pequeños momentos: una mirada, tu sonrisa, esa lágrima y aquella canción. Lo triste y lo bello, las carcajadas y unas gafas de buceo, el roce de tus pies bajo la mesa y el adiós de la despedida. Si me diesen a elegir prefiero quedarme con el lunar que tienes sobre los labios, con las arrugas de tus ojos al sonreír y con cada gota de lluvia que golpeaba la ventana del coche.

Guardo en una cajita color morada todas esas escenas, esos olores, nuestros besos y los sonidos más bellos que he encontrado junto con dos conchas rotas, un puñado de arena de playa y una promesa. Se que a ti también te sucede, sonríes cada tarde de primavera mientras tomamos una caña en cualquier terraza y ves como el viento mueve mi vestido y roza mis piernas y tus piernas. Se que tu también prefieres esa magia y que escondes un cofre bajo la almohada para guardar tus pequeños tesoros.